lunes, 14 de diciembre de 2009

MARCO TEÓRICO


En el argumento desde un punto de vista científico de la Conferencia de Copenhague, aparecen diferentes visiones en función del paradigma teórico adoptado. Entre dichos paradigmas se encuentran: el funcionalista, el estructuralista, el interaccionista simbólico y el crítico, todos ellos portadores de una perspectiva diferente del fenómeno que supone la Conferencia, es decir, la puesta en común de ideas a nivel internacional para solucionar un problema que a todos atañe.

El estructuralismo posee un discurso filosófico en el que la única posibilidad de conocer la realidad es a través del lenguaje. Según los estructuralistas el significante es anterior al significado, es decir, la realidad que percibimos está construida por el lenguaje. Los individuos están dominados por las estructuras del lenguaje (relativismo lingüístico). Somos el producto del lenguaje. De hecho, en esta Conferencia el lenguaje tiene un papel primordial en la búsqueda de consenso.

El funcionalismo hace referencia al hecho de que el estudio de la función de una práctica social o de una institución es analizar la contribución que una u otra hace a la continuidad de la sociedad en su conjunto. Por tanto, analizar la función de un elemento social implica mostrar el papel que representa en el funcionamiento de una sociedad.

El interaccionismo simbólico, por el contrario, presta más atención al individuo activo y creativo que cualquier otro enfoque teórico. Al igual que el estructuralismo, el interaccionismo simbólico surge por una preocupación por el lenguaje, pero es desarrollado en una dirección diferente. Según esta corriente, hemos aprendido a pensar en el objeto de un modo simbólico. Por tanto, esta forma de pensamiento nos libera de estar limitados en nuestra experiencia a lo que vemos, oímos o sentimos. Para los interaccionistas simbólicos, prácticamente toda interacción entre individuos conlleva, pues, un intercambio de símbolos.

La Teoría crítica cuestiona, fundamentalmente, el análisis funcionalista ya que éste atribuye a las sociedades cualidades que no poseen. A menudo los funcionalistas hablan como si éstas tuvieran “necesidades” y “objetivos”, aunque éstos conceptos sólo tengan sentido cuando se aplican a los seres humanos individuales. Por tanto, para los teóricos críticos las sociedades no están dotadas de voluntad o de objetivos; sólo los individuos humanos poseen estos atributos.

Dentro de cada paradigma, aparecen distintos teóricos que analizan la realidad social a partir de éstos, obteniendo de este análisis consecuencias o conclusiones diferentes.

El funcionalista John Lovelock, en su obra “La venganza de la tierra”, explica su concepto de la tierra que la denomina como Gaia. Para él, el cambio climático parece inevitable, solamente podemos intentar mantener “el mundo lo menos caliente posible” (p. 116). Desde este punto de vista, sus expectativas en la Conferencia de clima son demasiado grandes, ya que tiene la esperanza de que se produzca un giro en la política que permita detener, o al menos ralentizar, el cambio climático. Por tanto, para dicho autor, la política es un instrumento de confianza para que tenga lugar el giro necesario en esta materia.

Dentro del paradigma estructuralista-funcionalista se encuentra la aportación de Ulrich Beck. Él propone su teoría de la sociedad del riesgo (Weltrisikogesellschaft). Según ésta, los países se diferencian entre ellos a partir de la estimación de cada uno sobre el riesgo. Para la Unión Europea, el cambio del medio ambiente es considerado un riesgo mayor que, por ejemplo, el terrorismo. Sin embargo, el cambio climático es un reto internacional, que puede ser resuelto solamente a este nivel. La única idea o alternativa posible es la organización cooperativa internacional, política y económica. Beck muestra mucha confianza en la política y, por esto, la conferencia de Copenhague parece una buena opción para realizar un giro en la política de emisión y protección del medio ambiente.


El también estructuralista-funcionalista Niclas Luhmann, en particular en su obra teórica “Ökologische Kommunikation” explica su teoría de los sistemas sociales, aunque solamente su obra sobre la teoría de las organizaciones es más práctica. Pero hay una gran excepción a este respecto: El cambio climático, o dicho de una manera más general, cómo maltratamos el medio ambiente, parece un problema tan grave que él va a dejar de lado su neutralidad en este tema. En su libro “Ökologische Kommunikation” (que desgraciadamente no existe en español) el autor hace referencia a un problema fundamental en cuanto a nuestra relación con el medio ambiente: La distinción que siempre hacemos entre naturaleza y cultura. Como el autor expone, esta manera de pensar tuvo comienzo con la filosofía estoica y cristiana denominada “domina térrea” que dominaba el pensamiento. Esta idea cambia y aparece la idea de civilización contraria a la naturaleza. La falta que cometemos es que no respetamos la unidad de esta diferencia: vemos el medio ambiente como algo distinto de la cultura y no como dos caras de la misma moneda. Por lo tanto, intentamos inventar soluciones técnicas para los problemas que causamos con dicha técnica, con consecuencias que no podemos anticipar. Desde el punto de vista de Luhmann, la Conferencia sería por una parte positiva, en el sentido de que se puede concebir como un ensayo de la política que oficialmente intenta regular la situación- aunque, en realidad, es una mera ilusión para que la sociedad perciba que “se está haciendo algo”- Por otra parte, desde un punto de vista negativo, la Conferencia es solamente un espectáculo político que pretende hacer ver que se están produciendo cambios. Pero en realidad, no es la política sino el sistema industrial el que produce la polución. Por esto, la economía juega un papel fundamental en la posibilidad o no de un cambio.

Desde el paradigma crítico, expresan su pensamiento los autores Bourdieu (La distinction. Critique sociale du jugement) y Habermas (La teoría de la acción comunicativa). Bourdieu plantea que las relaciones de poder tienen gran papel en la política internacional. La Conferencia de Copenhague es un nexo complejo de intereses diferentes. Pero no todos los intereses valen lo mismo, sino todo lo contrario: Bourdieu interpreta la Conferencia como un “juego de poder“ en el que participan muchos actores: los diferentes Estados, con sus propios intereses políticos y económicos. La política, en este sentido, es un campo de lucha. Los actores van a usar su influencia para lograr sus objetivos. Desde esta perspectiva los grandes actores como los EE.UU. van a dominar el campo. Por lo tanto, Bourdieu pensaría acerca de la Conferencia que no van a producirse muchos cambios, ya que los intereses de los Estados/la economía todavía son los mismos. En el caso de haber cambios, éstos serían pequeños. Pero en general esta Conferencia es una praxis en la que permanecen las relaciones de poder que ya existen. El papel que juega el neoliberalismo en esta Conferencia es fundamental, ya que las leyes económicas están afectadas por un fundamentalismo del mercado que se está mundializando, provocando una paradoja: un proceso de despolitización que oculta un planteamiento muy politizado. Hay que recuperar la política, puesto que el enemigo, la ideología neoliberal, posee todos los tipos de capital y una dominación simbólica sin precedentes.

El teórico alemán Jürgen Habermas fue asistente de Theodor W. Adorno, en la escuela de Frankfurt. Adorno era muy pesimista en sus visiones del mundo y él endemonió la racionalidad. Habermas, por el contrario, mantiene el concepto de la racionalidad como algo positivo. Por eso, él destaca que en una situación comunicativa ideal, sin influencias externas – poder, dinero, género, edad, nacionalidad, etc. – sería posible una racionalidad comunicativa. Oficialmente, la Conferencia en Copenhague funciona según este ideal: todos los países son iguales. Pero en realidad los países son desiguales en su influencia: en relación a su poder y a su dinero. Y esto tiene gran impacto en los negocios. Por eso Habermas vería la Conferencia generalmente positiva, pero, al mismo tiempo, desde su punto de vista teórico, los negocios están muy influenciados por el 'sistema' y lejos del mundo de la vida. Por ello, unos resultados racionales y altruistas no son muy probables, si no que las países van a intentar lograr sus propias metas.

Desde el interaccionismo simbólico encontramos la aportación de Erving Goffman (The presentation of self in everday life). Normalmente la teoría de Goffman está destinada a analizar interacciones. Su idea puede ser trasladada a dos lugares: el escenario y el 'backstage'. En el escenario los actores hacen sus interacciones frente al público. Aquí dichos actores necesitan ser disciplinados para mantener la ilusión. Pero en el 'backstage' los actores prepararan el espectáculo y en este espacio social se puede hablar de manera más sincera. Así como en el Parlamento, donde los políticos tienen que argumentar contra la oposición, en realidad ellos quizás son amigos en la vida privada. Desde este punto de vista, la Conferencia “oficial” es el espectáculo ofrecido a los ciudadanos, que contienen saludos de sus líderes delante de las cámaras, la propaganda de los políticos, etc., pero el backstage es el lugar donde los políticos hablan con claridad y sin eufemismos y donde las decisiones son tomadas.

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